Pese a que el equipo local dominó casi en la totalidad la primera parte, el gol tardó en llegar. Fue la salida de Gonzalo en la segunda mitad la que trajo los dos tantos. Y pudo haber traído un tercero si no fuera por el colegiado, que lo anuló por una mano que no existió.
El Pozuelo, que había hecho un despliegue físico importante, se replegó para asegurar la victoria. Pero dos jugadas puntuales (un centro y una falta), la última en el último suspiro, pusieron el empate en el marcador.
No hubo culpables salvo la fortuna, que se resiste a abrazar al equipo. Aun así, son tres partidos seguidos sin conocer la derrota y con la salvación a tiro. Las victorias tienen que llegar.