El riesgo de los Trastornos de Conducta Alimentaria es muy habitual entre los adolescentes. Datos de la Fundación Fita sitúan en cerca de 300.000 los jóvenes de 12 a 24 años que se identifican con alguno de estos TCA. Por ello, los expertos señalan la importancia de saber abordar estas situaciones en el hogar y de cuáles son los comportamientos que pueden reducir las posibilidades de que aparezca esta problemática.
“Es muy importante que las familias sepan cómo evitar que se den estas situaciones y, en caso de que se empiecen a producir, cómo se pueden detectar lo antes posible”, explica Cristina García, responsable del departamento de orientación psicopedagógica en Highlands School Los Fresnos. Tras una exposición de la doctora Marina Díaz Marsa, presidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría y responsable de la Unidad de TCA del Hospital Clínico San Carlos, la responsable subraya la relevancia de actos tan cotidianos como una cena en familia.
En primer lugar, el riesgo de los TCA parte de varias premisas. La primera es la de la cultura de entender la alimentación como una vía de premiar o castigar. Durante muchos años se ha escuchado la frase “a la cama sin cenar” como castigo, o ingerir dulce para intentar sofocar el estrés. Acciones que perjudican a una relación saludable entre el cuerpo y la nutrición. Además, hay que tener en cuenta el auge de las redes sociales y su influencia en el aumento de las comparaciones físicas entre los menores.
Por ello, es fundamental el diálogo en la familia para promover la autoaceptación de los menores haciéndoles comprender que cada cuerpo es único y bello a su manera. Según explica la responsable de Highlands School Los Fresnos, “se traslada a los padres que hay que ser sinceros con los niños, que deben hacerles entender que se tienen que querer tal y cómo son, fomentando la aceptación y eliminando la idea de que la belleza está solo en lo que se ve”.
Tampoco es positivo que los menores presencien una excesiva crítica sobre el aspecto físico por parte de sus padres, aunque sea a terceras personas. Los expertos descartan también la sobreprotección para evitar minar la autoestima de los jóvenes y forzar altas expectativas académicas o sociales. Incluso es fundamental evitar la falta de tiempo en familia para que no aparezca un sentimiento de soledad.
Un acto tan cotidiano como una cena en familia, todos con el mismo menú, puede servir para favorecer conversaciones amenas y normalizar la variedad de cuerpos y emociones. Además, ayuda a educar sobre una alimentación saludable sin dietas estrictas.
Entre los posibles indicios de aparición de un TCA, desde el centro se traslada a los padres varios como el cambio de peso corporal, la falta de menstruación en niñas, alteraciones en el estado de ánimo, evasión de comida, autolesiones o abuso de redes sociales. Esto último, en pleno debate en España, es clave a la hora de evitar o contrarrestar una TCA: establecer límites en las redes sociales y educar a los menores en un buen uso de ellas.