Lo suyo fue una revelación. Tenía diecisiete años y era alumno de un taller de teatro. Su director, Adolfo Simón, le propuso presentarse al casting de Caricias. En el ensayo vio la luz. Han pasado veinte años, algunos en Pozuelo, y muchos personajes. El último busca a un hijo puta sin sombrero en el Príncipe Gran Vía.